Dejó de lado su vaso con cerveza, y se dejo llevar por los instintos, su boca rogaba por un beso...
Entibiaron sus labios los suyos, sus ojos se cerraron al simple contacto ella le miraba por debajo de sus lentes.
Solo duró unos segundos el hechizo se había roto ya, la sensación de caminar en las nubes se había desvanecido.
El temblaba cual chiquillo enamorado, ella desviaba la mirada hacia la pantalla gigante del bar.
Tomó su vaso y siguió degustando de su rubia favorita.
Una mas pidió, la sangre corría por sus venas a ritmo normal, su pulso era acelerado, no quería verle sus ojos le dañaban. Su deseo se apoderaba de sui mente, casi sabía que podía leer en sus ojos que no quería estar mas allí y ni en ninguna otra parte con él.
La segunda cerveza comenzaba a marearle, el aire se enrarecía parecía que las mesas bailaban a su alrededor y ahora si lo deseaba, deseaba acariciar su cuerpo ser dueña de sus labios ser parte de toda su anatomía.
Dejaron atrás el bar.
Un instante después su mano acariciaba la espalda de ella, su torso desnudo era recorrido por dedos descarados que de vez en cuando se unían a los suyos.
Los besos, las caricias todo era parte de un juego perverso, el la victima.
No pudo él resistir la tentación de arañar las sábanas de plata que en su cama descansaban.
Ella lo miraba con recelo, la desnudez de ambos sofocaba el ambiente, el calor invadía cada centímetro de su delgada figura, los cuerpos se entrelazaron y chocaron uno contra otro.
Las caricias que el le proporcionaban subían y bajaban por su esbelto cuerpo desnudo, ornamentado únicamente con su larga cabellera negra, los besos que debían transportarla al paraíso la hundían aún mas en un su agonía.
El no decía nada y ella tampoco, solo se levantó de prisa a cambiarse, hacia de cuenta que el no estaba allí, ya nada quedaba entre esos seres.
El la tomó por la cintura deseando besarla para conseguir terminar lo que habían empezado en la cama de sabanas de plata, ella lo rechazó como lo hiciera siempre, como nunca quiso desearlo.
El sonido del disparo resonó en la casa, mi madre ha muerto, mi padre la ha matado.
Y yo quedé sin poder nacer.
Por Gabriela F. ©
Bello argumento que me ha gustado muchísimo… ¿Pero si no naciste quien escribe?
ResponderEliminarEra como un Si y un No en todo…déjame volver para ver tus nuevas cosas
Hasta porto
Carlos
Grandes historias que se escriben mucho antes de ser leídas.
ResponderEliminarBuenas letras, enorme final.
Un placer leerte y conocerte.
Besos
Sabanas de plata??? Vaya ñigui ñogui de ruido con tanta traca traca…hay que beber menos…en Ganímedes solo tomamos agua de coco, y esta no se sube al coco, valga la redundancia
ResponderEliminarBesos de extraterrestre