miércoles, 5 de noviembre de 2008

Un cafe con Rimbaud



21 de marzo de algún año que no recuerdo
Como siempre que comienza una nueva estación, no consigo conciliar el sueño. Penélope se sienta al costado de la cama y me mira con ternura, pareciera que me quisiera decir algo..
Si lo sé Penélope, el otoño ha llegado, y como de costumbre no puedo dormir.
Sin prisa me levante fui hasta el vestidor y comencé a cambiarme.
Son las tres de la mañana me dije, que haré a estas horas, poco me importo mi respuesta así que no la escuche y salí a la calle.
A las tres de la mañana los olores son diferentes, camine sin rumbo cierto, mire los focos de las calles que parecían danzar pero hoy nada me era familiar.
Comencé a sentir un escalofrío que recorría mi espalda y en ese momento divise un café abierto sentí la necesidad de calentar el espíritu y descansar las piernas que no sabían ya cuanto tiempo habían estado vagando por la ciudad.
Abrí la puerta que chillo anunciando mi entrada, un espacio lúgubre y marchito es este café pero poco me importo solo quería sosiego para una noche que suponía que seria muy larga
Sorbo a sorbo bebí el café negro de consistencia áspera, junto a mi mesa un joven escribe algo en un papel con tinta y pluma.
Lo miro y me quedo mirándolo por largo tiempo, sin importarte si se daría cuenta de que le observo.
El lugar esta cambiando su aspecto, a mi alrededor mucha gente habla y no entiendo bien que dicen.
Parece que pasaron horas, y solo he estado un par de minutos, el joven se levanta y me mira se acerca hasta donde me encuentro y señalando la silla frente a mi se invita a sentarse.
Se acomoda, se ríe me mira... todo en una fracción de segundo.
Yo no entiendo porque esta conmigo, que ha hecho ese hombre me pregunto pero mis preguntas no importaban contemplaba su rostro y lo veía como a un loco un bohemio, tal vez seria un paria.
Quizás fuera de alguna banda de rock pensé.
Mis temores se adentraron cuando él por fin me hablo –Mademoiselle- que es lo que hace una joven de otra época en este bar tan alejado de su hogar.
Mire en todas direcciones y me di cuenta que no era un lugar conocido, que ninguna mujer usa jeans ni zapatillas.
Donde estoy le pregunte, y el presuroso como si hubiese estado esperando esa pregunta me responde has venido a visitarme y yo te he estado esperando.
Has venido de otro tiempo porque sabes que tengo la respuesta a lo que te has estado preguntando. Y ahí sin mas me dijo
L'automne, déjà ! - Mais pourquoi regretter un éternel soleil, si nous sommes engagés à la découverte de la clarté divine, - loin des gens qui meurent sur les saisons.
Es lo que he estado escribiendo para ti, me extendió su mano y coloco en la mía la hoja escrita con la tinta y la pluma.

Desperté ya en mi cama con los lengüetazas de Penélope en mi cara, solo fue un sueño pensé hasta descubrir bajo la almohada un papel amarillento causa del paso de los años en el podía leerse en francés y su traducción al castellano
Adieu
L'automne, déjà ! - Mais pourquoi regretter un éternel soleil, si nous sommes engagés à la découverte de la clarté divine, - loin des gens qui meurent sur les saisons.

Adiós
¡Llegó el otoño! -Pero, ¿por qué añorar un sol eterno si estamos comprometidos en el descubrimiento de la claridad divina-, lejos de las gentes que mueren durante las estaciones?
Supe entonces que había pasado la noche con un amigo, un poeta loco, un genio de las letras. He tomado un café con Arthur Rimbaud.

Por Gabriela F. ©

2 comentarios:

  1. ¡Qué hermoso cuento! Me gustó muchísimo.

    Besos

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  2. Gracias Mariela, por tu coemntario.
    A mi sinceramente me gusto mucho escribirlo fue como un juego, que al jugarlo se hacía realidad.
    Besos

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